Miguel Zapata Ros, enero de 2020
Próximamente la revista RED, de la cual me cabe el
privilegio de ser el editor, va a publicar un número especia dedicado a Theories of learning and instructional theory for digital
education. En él van a participar autores de primera línea
internacional en el tema, como Charles M. Reigeluth, Richard West, Drew Polly,
Lisa Marie Blaschke y Michael K. Barbour entre otros.
Revisando la producción de
este último he encontrado este interesante artículo Research and Practice in K-12 Online
Learning: A Review of Open Access Literature. En él se puede
leer:
Hasta la fecha, la cantidad de evidencia de investigación en publicaciones de revistas arbitradas y documentos de conferencias arbitradas en el campo de la educación virtual es limitada (DiPietro, Ferdig, Black y Preston, 2008). Gran parte de la literatura publicada se basa en las experiencias personales de aquellos involucrados en la práctica de la escuela virtual; además, gran parte de la investigación está disponible solo en tesis de maestría inéditas y disertaciones doctorales. En muchos sentidos, esto es indicativo del trabajo descriptivo fundamental que a menudo precede a la experimentación en cualquier campo científico. En otras palabras, es importante saber cómo los estudiantes en las escuelas virtuales participan en su aprendizaje en este entorno antes de realizar cualquier examen riguroso de la escuela virtual.
Ahí se resume, más allá de lo que otras veces hemos dicho, la naturaleza y cómo se elabora la teoría educativa (entendiendo por tal las teorías del aprendizaje y la teoría instruccional. Es decir, cómo la gente aprende y cómo se hace para que aprenda). Una teoría sólo es comprensible como tal si está basada en una cantidad crítica de evidencias. Nos referimos obviamente a evidencias de investigación sometidas a control y con datos accesibles, que se difunden y conocen por la publicación en revistas arbitradas y documentos de conferencias arbitradas (papers) en un campo de la educación especifico. En nuestro caso se trata del campo constituido por la educación virtual y la que se ayuda con medios digitales. A partir de esa masa de investigación se intenta determinar rasgos comunes, regularidades y patrones.
Ese análisis, y la coincidencia de patrones y rasgos, relacionados, o correlacionados, con variables de intervención, organización, métodos, etc. es lo que da lugar a la definición de principios educativos. Y ulteriormente, estos conjuntos de principios organizados y sistematizados en condiciones de aplicación y con criterios de relación e interdependencia, a los que se atribuye un sentido sistémico y de validez y dotado de consistencia lógica, son lo que constituyen las teorías.
Ese análisis, y la coincidencia de patrones y rasgos, relacionados, o correlacionados, con variables de intervención, organización, métodos, etc. es lo que da lugar a la definición de principios educativos. Y ulteriormente, estos conjuntos de principios organizados y sistematizados en condiciones de aplicación y con criterios de relación e interdependencia, a los que se atribuye un sentido sistémico y de validez y dotado de consistencia lógica, son lo que constituyen las teorías.
La segunda cuestión es la escasez de evidencias de
investigación si juzgamos lo que
aparece en publicaciones de revistas arbitradas y documentos de
conferencias arbitradas en el campo de la educación virtual (DiPietro, Ferdig,
Black y Preston, 2008). Naturalmente
el estudio se refiere al ámbito académico internacional. Si lo proyectamos
sobre España y el área hispana la escasez de evidencias homologables como
investigaciones científicas es mucho mayor. La conclusión es que lo que
conocemos como desarrollos teóricos carecen posiblemente de un sustento
empírico.
Como tercer elemento tenemos que gran parte de la literatura publicada se basa en las experiencias
personales de aquellos involucrados en la práctica de la escuela
virtual; además, gran parte de la investigación está disponible solo en
tesis de maestría inéditas y disertaciones doctorales. Lo cual
en primer lugar establece un sesgo: Son prácticas expresamente preparadas para
confirmar una tesis o para validar un proyecto. Tenemos pues pocos datos, menos
aún, de casos prácticos surgidos espontáneamente de la iniciativa de maestros o
profesores innovadores sin registro.
Una consecuencia lateral,
pero no por ello menos importante, de lo que se dice, es que esas experiencias
está fuera del circuito de las publicaciones consagradas en los circuitos
académicos. Entiéndase WoS-JCR-Clarivate o Scopus-Elsevier. Están, en su caso,
disponibles en Google Scholar (GS), a través de tesis de máster (TFM) o tesis
doctorales (disertaciones). por tanto insistimos una vez más la necesidad de
contar con bases empíricas en este sistema, más allá de JCR o Scopus.
El artículo de Barbour es una
continuación de éste pero más relevante aún si cabe, porque el que citamos es
solo una revisión literaria y en el que aparecerá, en el número especial de RED,
se hace un trabajo de elaboración teórica a partir de ella, con la formulación
de cuatro principios teóricos. El título será algo así como Four challenges facing the virtual school: implications for the
theory (Cuatro desafíos a los que se
enfrenta la escuela virtual: implicaciones para la teoría). Y podrán verlo a finales de julio en RED.
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